Putin: 25 años de poder absoluto
El presidente Vladimir Putin acaba de cumplir 25 años en el poder en Rusia, desde 1999 como primer ministro de Boris Yeltsin y luego como presidente. Formado en la KGB de la era soviética, su rápida carrera política terminó con cualquier rasgo democratizador del país que heredó de su antecesor. Putin ha silenciado, cuando no literalmente eliminado, a la oposición, ha socavado las instituciones hasta convertirlas en meros órganos a su servicio, declarado varias guerras anexando territorios y amordazado a la prensa.Reelegido en marzo pasado por un nuevo mandato de seis años, pretende pasar a la historia como el mandatario que devolvió el orgullo imperial a los rusos, humillados tras la caída de la Unión Soviética, en 1991, para lo cual instauró un régimen absolutista que comienza a mostrar una desigualdad creciente y menor calidad de vida. Las decisiones colegiadas, que caracterizaban al Comité Central y al Politburó en tiempos soviéticos, fueron reemplazadas por las de un Consejo de Seguridad en el que no cabe el disenso.En este cuarto de siglo el antiguo agente de la KGB, que por cierto ha borrado todos los episodios siniestros de la agencia en orden a blanquear el pasado, ha eliminado a todos sus enemigos y quitado legitimidad a los partidos políticos. Entre los más sonados está la muerte del opositor Alexei Navalni en prisión, en una colonia penal situada más al norte del Círculo Polar Ártico a la que lo llevaron después de someterlo a toda clase de torturas. Cabe recordar también misteriosos casos como el asesinato de la reconocida periodista de investigación Anna Politkóvskaya, o la muerte de Boris Nemstov, destacado veterano de la oposición.La invasión a Ucrania, a tres años de iniciada, le ha generado tensiones internas convirtiéndolo en un paria internacional. Lo que comenzó como una irrupción relámpago que, según equivocados informes de inteligencia debía alcanzar resultados en días, se ha convertido en un prolongado conflicto que consume recursos y evidencia limitaciones tecnológicas y logísticas de las fuerzas rusas y que ha obligado a alianzas con Corea del Norte e Irán.Una nueva ley, sancionada días después de la invasión, convirtió en delito cualquier crítica pública de la guerra, y las protestas se volvieron imposibles porque la policía dispersa rápidamente cualquier reunión no autorizada. Así, se multiplicaron arrestos, acusaciones criminales y juicios, y las condenas se han vuelto más largas.La guerra en Ucrania ha debilitado a quien pretende convencer al pueblo de contar con un mandato divino. Debe ahora atender otro frente, Siria, donde el régimen de su tiránico aliado Bashar Asad se ha desmoronado obligándolo a mover sus bases estratégicas a Libia. Lo más preocupante para el Kremlin sería la pérdida de la base naval de Tartús, que le proporciona el único acceso directo al mar Mediterráneo.Putin ha subrayado en estos años al frente del país que sus referentes son el viejo imperialismo zarista y la autocracia de Stalin. Su permanencia en el poder, posible hasta 2036 gracias a una amañada reforma constitucional, plantea interrogantes sobre el futuro de Rusia y su capacidad para superar los desafíos internos y externos. Entre ellos, el regreso de Donald Trump al poder con su promesa de poner fin a la guerra entre Ucrania y Rusia.
El presidente Vladimir Putin acaba de cumplir 25 años en el poder en Rusia, desde 1999 como primer ministro de Boris Yeltsin y luego como presidente. Formado en la KGB de la era soviética, su rápida carrera política terminó con cualquier rasgo democratizador del país que heredó de su antecesor. Putin ha silenciado, cuando no literalmente eliminado, a la oposición, ha socavado las instituciones hasta convertirlas en meros órganos a su servicio, declarado varias guerras anexando territorios y amordazado a la prensa.
Reelegido en marzo pasado por un nuevo mandato de seis años, pretende pasar a la historia como el mandatario que devolvió el orgullo imperial a los rusos, humillados tras la caída de la Unión Soviética, en 1991, para lo cual instauró un régimen absolutista que comienza a mostrar una desigualdad creciente y menor calidad de vida. Las decisiones colegiadas, que caracterizaban al Comité Central y al Politburó en tiempos soviéticos, fueron reemplazadas por las de un Consejo de Seguridad en el que no cabe el disenso.
En este cuarto de siglo el antiguo agente de la KGB, que por cierto ha borrado todos los episodios siniestros de la agencia en orden a blanquear el pasado, ha eliminado a todos sus enemigos y quitado legitimidad a los partidos políticos. Entre los más sonados está la muerte del opositor Alexei Navalni en prisión, en una colonia penal situada más al norte del Círculo Polar Ártico a la que lo llevaron después de someterlo a toda clase de torturas. Cabe recordar también misteriosos casos como el asesinato de la reconocida periodista de investigación Anna Politkóvskaya, o la muerte de Boris Nemstov, destacado veterano de la oposición.
La invasión a Ucrania, a tres años de iniciada, le ha generado tensiones internas convirtiéndolo en un paria internacional. Lo que comenzó como una irrupción relámpago que, según equivocados informes de inteligencia debía alcanzar resultados en días, se ha convertido en un prolongado conflicto que consume recursos y evidencia limitaciones tecnológicas y logísticas de las fuerzas rusas y que ha obligado a alianzas con Corea del Norte e Irán.
Una nueva ley, sancionada días después de la invasión, convirtió en delito cualquier crítica pública de la guerra, y las protestas se volvieron imposibles porque la policía dispersa rápidamente cualquier reunión no autorizada. Así, se multiplicaron arrestos, acusaciones criminales y juicios, y las condenas se han vuelto más largas.
La guerra en Ucrania ha debilitado a quien pretende convencer al pueblo de contar con un mandato divino. Debe ahora atender otro frente, Siria, donde el régimen de su tiránico aliado Bashar Asad se ha desmoronado obligándolo a mover sus bases estratégicas a Libia. Lo más preocupante para el Kremlin sería la pérdida de la base naval de Tartús, que le proporciona el único acceso directo al mar Mediterráneo.
Putin ha subrayado en estos años al frente del país que sus referentes son el viejo imperialismo zarista y la autocracia de Stalin. Su permanencia en el poder, posible hasta 2036 gracias a una amañada reforma constitucional, plantea interrogantes sobre el futuro de Rusia y su capacidad para superar los desafíos internos y externos. Entre ellos, el regreso de Donald Trump al poder con su promesa de poner fin a la guerra entre Ucrania y Rusia.
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