Las razones históricas por las que EE.UU. debe su existencia al Imperio español

Todo el mundo se equivoca, mister Donald Trump ; sin rencores. Esta semana, el flamante presidente de los Estados Unidos sorprendió a los asistentes a una rueda de prensa al referirse a España como una «nación BRICS». Sí, esa alianza que incluye a economías emergentes como Brasil, China o Sudáfrica. Y no se crean que fue un desliz, pues se lo reiteró al corresponsal de ABC en Washington durante una entrevista. Cosas que pasan. Pero, como nadie está obligado a saber de todo, hemos decidido recordar al político republicano que fue la Monarquía hispánica , y de forma más concreta Carlos III , la que se dejó el dinero y los hombres para que las Trece Colonias se independizaran de Gran Bretaña. Por refrescarle la memoria, vaya. La historia de la ayuda española a los Estados Unidos está ligada de forma íntima a un personaje: Bernardo de Gálvez , el que fuera gobernador de la Lousiana Oriental. Un territorio que, tal y como afirma el investigador Antonio Sánchez de Mora en su dossier 'Bernardo de Gálvez y la independencia de los EEUU', estaba ubicado «al oeste del río Misisipi» y «había sido recibido de Francia». Por entonces, las Trece Colonias ya andaban dando guerra a Inglaterra tras haberse sublevado en 1775 debido a los altísimos impuestos impuesto por la metrópoli. Aquel enfrentamiento, la luego conocida como Guerra de la Independencia , fue recibida con los brazos abiertos por nuestro protagonista. Desde el mismo momento en que las Trece Colonias decidieron darse de bruces contra la Pérfida Albión, Gálvez no dudó en meter el dedo en el ojo a los ingleses. Así lo señala Sánchez en su dossier al destacar que «asentó a pobladores procedentes de los dominios británicos en Norteamérica que huían del conflicto bélico» en las regiones bajo su mando. A su vez, mantuvo contactos con las comunidades indígenas de la región para evitar la expansión por el continente de los casacas rojas y para «afianzar el dominio hispano». La colaboración, palpable ya, se hizo todavía más oficial cuando los rebeldes norteamericanos acudieron a Lousiana para solicitar una entrevista con Bernardo de Gálvez. El andaluz pactó con ellos de buen agrado, aunque trató de esconder esta ayuda para evitar la revuelta de las propias regiones hispanas al otro lado del Atlántico y, por descontado, para evitar el conflicto directo con Inglaterra. Salía mucho más rentable para la Corona mantener su intervención en la sombra hasta estar preparados para enfrentarse a la Pérfida Albión por tierra y mar. En principio, la ayuda española consistió en el aprovisionamiento de las Trece Colonias. Así lo explica Antonio Sánchez de Mora en su dossier 'El apoyo de Bernardo de Gálvez a la causa independentista': «Apenas unos días después de que los representantes […] declarasen su independencia de la corona británica, el 22 de mayo de 1776, propusieron al gobernador de Lousiana la colaboración comercial, política y militar en aras del interés mutuo y en clara oposición a la monarquía británica». El gobernador, que había asumido su cargo el 1 de febrero de 1777, no se hizo de rogar y envió todas aquellas solicitudes al correspondiente organismo superior para que le diesen el visto bueno. La respuesta fue positiva (¿cabía alguna duda?), y le permitió abrir la bolsa para repartir algo de ayuda entre los sublevados y cortar los accesos británicos al Misisispi desde Nueva Orleans. En secreto, Gálvez logró pertrechar a 30.000 rebeldes con uniformes, cañones y munición . Todo ello, acompañado de material médico, más de 200 piezas de artillería y víveres. Así lo afirma Sánchez en el dossier 'La afinidad personal de Bernardo de Gálvez con los padres de la Nación Estadounidense': «El nuevo gobernador español habilitó el préstamo de dinero y facilitó el tránsito de víveres y municiones a lo largo y ancho del distrito que tenía bajo su mando». Estas relaciones serían tan buenas que, a la postre, el Congreso de los Estados Unidos propuso realizar al militar un retrato mediante el que reconociera su apoyo a la causa. El español se mostró encantado: «Repito a vuestra merced las más atentas gracias», señaló el andaluz en una carta fechada el 19 de diciembre de 1779. Por desgracia, este lienzo se perdió para siempre. La ayuda fomentada por Gálvez continuó en secreto hasta que en España triunfaron las tesis políticas que hablaban de enfrentarse abiertamente y sin tapujos contra la Pérfida Albión. Unas ideas que, en 1779, provocaron que nuestro país declarara la guerra de una vez a Gran Bretaña. A partir de entonces, Inglaterra se vio obligada a dividir los esfuerzos en el Canal de la Mancha –contra Francia–, en el Mediterráneo –contra España– y en el Golfo de México. Sobre el papel, las fuerzas se nivelaron. Por un lado, Reino Unido contaba con unos 120 navíos y 100 fragatas; por otro, Francia y España sumaron un total de 120 y 90. Gálvez, aguerrido como el que más, decidió entonces tomar Pensacola en 1781 por ser uno de los principales focos de población inglesa en la región. La

Jan 21, 2025 - 12:16
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Las razones históricas por las que EE.UU. debe su existencia al Imperio español
Todo el mundo se equivoca, mister Donald Trump ; sin rencores. Esta semana, el flamante presidente de los Estados Unidos sorprendió a los asistentes a una rueda de prensa al referirse a España como una «nación BRICS». Sí, esa alianza que incluye a economías emergentes como Brasil, China o Sudáfrica. Y no se crean que fue un desliz, pues se lo reiteró al corresponsal de ABC en Washington durante una entrevista. Cosas que pasan. Pero, como nadie está obligado a saber de todo, hemos decidido recordar al político republicano que fue la Monarquía hispánica , y de forma más concreta Carlos III , la que se dejó el dinero y los hombres para que las Trece Colonias se independizaran de Gran Bretaña. Por refrescarle la memoria, vaya. La historia de la ayuda española a los Estados Unidos está ligada de forma íntima a un personaje: Bernardo de Gálvez , el que fuera gobernador de la Lousiana Oriental. Un territorio que, tal y como afirma el investigador Antonio Sánchez de Mora en su dossier 'Bernardo de Gálvez y la independencia de los EEUU', estaba ubicado «al oeste del río Misisipi» y «había sido recibido de Francia». Por entonces, las Trece Colonias ya andaban dando guerra a Inglaterra tras haberse sublevado en 1775 debido a los altísimos impuestos impuesto por la metrópoli. Aquel enfrentamiento, la luego conocida como Guerra de la Independencia , fue recibida con los brazos abiertos por nuestro protagonista. Desde el mismo momento en que las Trece Colonias decidieron darse de bruces contra la Pérfida Albión, Gálvez no dudó en meter el dedo en el ojo a los ingleses. Así lo señala Sánchez en su dossier al destacar que «asentó a pobladores procedentes de los dominios británicos en Norteamérica que huían del conflicto bélico» en las regiones bajo su mando. A su vez, mantuvo contactos con las comunidades indígenas de la región para evitar la expansión por el continente de los casacas rojas y para «afianzar el dominio hispano». La colaboración, palpable ya, se hizo todavía más oficial cuando los rebeldes norteamericanos acudieron a Lousiana para solicitar una entrevista con Bernardo de Gálvez. El andaluz pactó con ellos de buen agrado, aunque trató de esconder esta ayuda para evitar la revuelta de las propias regiones hispanas al otro lado del Atlántico y, por descontado, para evitar el conflicto directo con Inglaterra. Salía mucho más rentable para la Corona mantener su intervención en la sombra hasta estar preparados para enfrentarse a la Pérfida Albión por tierra y mar. En principio, la ayuda española consistió en el aprovisionamiento de las Trece Colonias. Así lo explica Antonio Sánchez de Mora en su dossier 'El apoyo de Bernardo de Gálvez a la causa independentista': «Apenas unos días después de que los representantes […] declarasen su independencia de la corona británica, el 22 de mayo de 1776, propusieron al gobernador de Lousiana la colaboración comercial, política y militar en aras del interés mutuo y en clara oposición a la monarquía británica». El gobernador, que había asumido su cargo el 1 de febrero de 1777, no se hizo de rogar y envió todas aquellas solicitudes al correspondiente organismo superior para que le diesen el visto bueno. La respuesta fue positiva (¿cabía alguna duda?), y le permitió abrir la bolsa para repartir algo de ayuda entre los sublevados y cortar los accesos británicos al Misisispi desde Nueva Orleans. En secreto, Gálvez logró pertrechar a 30.000 rebeldes con uniformes, cañones y munición . Todo ello, acompañado de material médico, más de 200 piezas de artillería y víveres. Así lo afirma Sánchez en el dossier 'La afinidad personal de Bernardo de Gálvez con los padres de la Nación Estadounidense': «El nuevo gobernador español habilitó el préstamo de dinero y facilitó el tránsito de víveres y municiones a lo largo y ancho del distrito que tenía bajo su mando». Estas relaciones serían tan buenas que, a la postre, el Congreso de los Estados Unidos propuso realizar al militar un retrato mediante el que reconociera su apoyo a la causa. El español se mostró encantado: «Repito a vuestra merced las más atentas gracias», señaló el andaluz en una carta fechada el 19 de diciembre de 1779. Por desgracia, este lienzo se perdió para siempre. La ayuda fomentada por Gálvez continuó en secreto hasta que en España triunfaron las tesis políticas que hablaban de enfrentarse abiertamente y sin tapujos contra la Pérfida Albión. Unas ideas que, en 1779, provocaron que nuestro país declarara la guerra de una vez a Gran Bretaña. A partir de entonces, Inglaterra se vio obligada a dividir los esfuerzos en el Canal de la Mancha –contra Francia–, en el Mediterráneo –contra España– y en el Golfo de México. Sobre el papel, las fuerzas se nivelaron. Por un lado, Reino Unido contaba con unos 120 navíos y 100 fragatas; por otro, Francia y España sumaron un total de 120 y 90. Gálvez, aguerrido como el que más, decidió entonces tomar Pensacola en 1781 por ser uno de los principales focos de población inglesa en la región. La armada estaba formada, en palabras de Joaquín de la Santa Cinta –autor de '50 héroes españoles olvidados'– por «1.400 hombres de infantería, unos 150 artilleros y gastadores, y alrededor de 1.400 tripulantes de la armada y 400 de los transportes». Los buques partieron el 28 de febrero de 1781 y arribaron poco después. La dificultad radicaba en que, para tomar la región, tocaba adentrarse con los navíos en una bahía y soportar el fuego de las baterías inglesas que arrojaban cañonazos desde tierra y mar; en este último caso, mediante dos fragatas. Con ese percal delante, los oficiales no estaban dispuestos a que les dieran de bolazos. La respuesta de Gálvez fue clara. Su primer paso fue subirse a un bajel de poco calado para poder acceder a la bahía sin problemas y, después, afirmó que estaba dispuesto enfrentarse solo contra los ingleses. Lo hizo mientras sostenía una esfera maciza de esas que pueden mandar al infierno a un buque: «Una bala de a treinta y dos recogida en el campamento, que conduzco y presento, es de las que reparte el Fuerte de la entrada. El que tenga honor y valor que me siga. Yo voy por delante con el Galvez-town para quitarle el miedo. El que tenga honor y valor que me siga. Yo voy por delante con el Galvez-town para quitarle el miedo». El resultado fue la victoria. Gálvez recibiría gracias a la toma de Pensacola el nombramiento de mariscal de campo, además de un título que no le abandonaría jamás… 'Yo solo'. Aquella batalla culminó una ayuda a los nuevos Estados Unidos, pues abría un nuevo frente para los ingleses tras la pérdida de una de sus principales urbes. Pero esta no fue la única ayuda que Carlos III envió a las Trece Colonias. En el año 2015, el abogado e investigador José María Lancho recopiló en este diario los barcos y marinos rojigualdos que la Monarquía hispánica perdió, año por año, durante la Guerra de Independencia de los Estados Unidos. El sacrificio no tuvo parangón. Entre los años 1779 y 1783, se fueron a pique 12 navíos de línea, 12 fragatas, 8 bergantines, un brulote y una balandra. Y, entre tripulaciones, soldados y civiles, fallecieron 9.990 hombres. Cuantioso sacrificio a cambio de que nacieran los actuales Estados Unidos.

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