'Chemsex': entre el placer y los riesgos de la modernidad
Opinión saradomingo Jue, 23/01/2025 - 12:42 Tribuna En la compleja intersección entre la sexualidad y el consumo de sustancias surge el fenómeno conocido como chemsex, una práctica que combina drogas y encuentros sexuales prolongados, que las estadísticas ubican mayoritariamente entre hombres que tienen sexo con hombres (HSH). Aunque inicialmente se circunscribía a círculos específicos, su prevalencia ha crecido significativamente, con implicaciones profundas para la salud pública y la sociedad en general.El término ChemSex proviene de la combinación de las palabras inglesas “chemicals” (químicos) y “sex” (sexo). Su práctica se caracteriza por el consumo intencional de sustancias como metanfetaminas, GHB/GBL, mefedrona y poppers, con el fin de intensificar la experiencia sexual y prolongarla durante horas o incluso días. En España, el fenómeno se ha convertido en una preocupación creciente; según el Plan de Adicciones de Madrid 2022-2026, el número de personas atendidas por problemas relacionados con el chemsex aumentó en un 702% entre 2021 y 2022.Placer químico y contexto socioculturalEl chemsex no es solo un acto privado, sino también un fenómeno moldeado por factores culturales, tecnológicos y sociales. Las aplicaciones de geolocalización, como Tinder, Instagram, Grindr y Scruff, han facilitado el acceso rápido a encuentros sexuales, normalizando prácticas que involucran el consumo de drogas. Además, el fenómeno se conecta con el deseo de pertenencia y aceptación, a menudo acompañadas por dinámicas de autoafirmación y escapismo.Las motivaciones para participar en el chemsex son variadas: desde el deseo de superar inseguridades, aliviar el estrés emocional o incrementar el deseo sexual, hasta la búsqueda de experiencias más intensas o la pertenencia a un grupo social. Sin embargo, estas motivaciones suelen estar acompañadas de riesgos significativos, tanto para la salud física como mental.¿Qué impacto tiene en la salud pública?El chemsex plantea desafíos importantes para los sistemas de salud. El consumo prolongado de sustancias en contextos sexuales incrementa el riesgo de infecciones de transmisión sexual (ITS), incluido el VIH, así como complicaciones graves relacionadas con el abuso de drogas. Entre las consecuencias están las sobredosis, el deterioro del consentimiento y la exposición a prácticas sexuales de riesgo como el sexo sin protección o el uso compartido de agujas. El ‘gigante’ que trasciende el tiempo mediante la investigación , Urgencias: un potencial laboratorio para la investigación biomédica, Covid persistente: el insoportable olvido que perdura A nivel psicológico, el chemsex se asocia con altos niveles de depresión, ansiedad y estrés postraumático, especialmente entre quienes lo practican re Off Eduardo López-Collazo. Subdirector científico del instituto de investigaciones sanitarias del hospital la paz (IdiPAZ) Opinión Off
En la compleja intersección entre la sexualidad y el consumo de sustancias surge el fenómeno conocido como chemsex, una práctica que combina drogas y encuentros sexuales prolongados, que las estadísticas ubican mayoritariamente entre hombres que tienen sexo con hombres (HSH). Aunque inicialmente se circunscribía a círculos específicos, su prevalencia ha crecido significativamente, con implicaciones profundas para la salud pública y la sociedad en general.
El término ChemSex proviene de la combinación de las palabras inglesas “chemicals” (químicos) y “sex” (sexo). Su práctica se caracteriza por el consumo intencional de sustancias como metanfetaminas, GHB/GBL, mefedrona y poppers, con el fin de intensificar la experiencia sexual y prolongarla durante horas o incluso días. En España, el fenómeno se ha convertido en una preocupación creciente; según el Plan de Adicciones de Madrid 2022-2026, el número de personas atendidas por problemas relacionados con el chemsex aumentó en un 702% entre 2021 y 2022.
Placer químico y contexto sociocultural
El chemsex no es solo un acto privado, sino también un fenómeno moldeado por factores culturales, tecnológicos y sociales. Las aplicaciones de geolocalización, como Tinder, Instagram, Grindr y Scruff, han facilitado el acceso rápido a encuentros sexuales, normalizando prácticas que involucran el consumo de drogas. Además, el fenómeno se conecta con el deseo de pertenencia y aceptación, a menudo acompañadas por dinámicas de autoafirmación y escapismo.
Las motivaciones para participar en el chemsex son variadas: desde el deseo de superar inseguridades, aliviar el estrés emocional o incrementar el deseo sexual, hasta la búsqueda de experiencias más intensas o la pertenencia a un grupo social. Sin embargo, estas motivaciones suelen estar acompañadas de riesgos significativos, tanto para la salud física como mental.
¿Qué impacto tiene en la salud pública?
El chemsex plantea desafíos importantes para los sistemas de salud. El consumo prolongado de sustancias en contextos sexuales incrementa el riesgo de infecciones de transmisión sexual (ITS), incluido el VIH, así como complicaciones graves relacionadas con el abuso de drogas. Entre las consecuencias están las sobredosis, el deterioro del consentimiento y la exposición a prácticas sexuales de riesgo como el sexo sin protección o el uso compartido de agujas.
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